Quien a buen árbol se arrima...

martes, 7 de octubre de 2008

Pinares y rodenales: la Diversidad que no se ve

[ esta entrada tiene 6 partes IIIIIIIV, V y VI ]

El pasado 23 de Septiembre, el Doctor Ingeniero de Montes y Biólogo, D. Luis Gil Sánchez pronunció su discurso de entrada en la Real Academia de la Ingeniería.

Con gran rigor, no exento de fina ironía, aborda "el homenaje a los árboles más incomprendidos de nuestra flora forestal"(...) "desterrando las fábulas introducidas por la ignorancia, o por malicia, y conduciendo al conocimiento de muchas cosas, que obscureció la antigüedad, o tiene sepultadas el descuido"

Tomaré la licencia, (que no exime de la encarecida recomendación de la lectura íntegra del texto) de aprovechar este y los siguientes posts para "entresacar" alguna de las muchas joyas que atesora su magnífica intervención:


Los dilatados plazos del bosque mal podían competir con los cortos e intensos ciclos productivos de la agricultura y de los pastos; y jamás se hizo menoscabo del origen foráneo de las especies empleadas, por demás, muy exigentes en cuidados culturales

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En el lenguaje actual, el término “forestal” se emplea para designar al medio carente de vocación agronómica, tenga o no arbolado y, de existir el último, con independencia de que esté bajo gestión técnica. También se califica de forestal a la vegetación sometida exclusivamente a la ley “natural” de la “no intervención”, principio muy defendido por numerosos gestores del territorio pues es el proyecto de más fácil diseño y el más económico de ejecución, pero ni fija población en el medio rural –territorio que es un desierto humano durante cinco días a la semana y diez meses al año–, ni genera paisajes naturales.
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En gran parte de la península y de los archipiélagos españoles desapareció la diversidad, aquella que es inseparable de cualquier paisaje original y que no hemos conocido, pero que se suele definir como el “óptimo vegetal”, concepto mítico y melancólico de la fitosociología, visión inevitable de una disciplina que, desde sus orígenes, ha tenido vocación exclusiva de ciencia teórica. Este aspecto lo advertían hace más de medio siglo Ceballos y Ortuño (1951), al señalar la pobreza o total ausencia de conclusiones prácticas de los estudios fitosociológicos. Socarronamente comentaban que, pese a la admiración del lector interesado por la enorme cantidad de trabajo acumulado en dicha materia, “es innegable que mucho de lo hoy publicado sobre tales temas queda reducido a verdaderos alardes de glosología y de liturgia, sin más finalidad al parecer, que la de prestigiar la ciencia a base de incomprensión por los profanos”
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La aplicación y aceptación del óptimo vegetal tiene dificultades severas pues tiende a proyectar sobre el pasado esquemas presentes y a ignorar la posibilidad de extinciones locales. Además, las especies que supuestamente definen el óptimo suelen ser exigentes edáficas y no se pueden implantar en el corto plazo, bien porque sus propietarios o gestores desean mantener su destino y vocación actual, sea agrícola, ganadero o cinegético, ya porque desaparecieron los suelos adecuados para volver a instalarse con éxito. Sin embargo, no ha habido reparos en sacrificar el óptimo vegetal cuando otras especies más valoradas o emblemáticas, casi siempre del reino animal, pasan a ser las protagonistas de la conservación.
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...están en trance de desaparecer los ya escasos viejos alcornoques –conocidos como “pajareras”– del Parque Nacional de Doñana. Su pérdida está motivada por su prolongada utilización como “mamporreros vegetales”. ... impuesto por los “canónigos de la protección”, pues sólo suponía la extinción local de una especie abundante en el ámbito peninsular y sin proyección mediática, en beneficio de que nidifiquen y se reproduzcan las colonias de garzas y espátulas. Estos animales ignoran la “nobleza” de las especies cuando las eligen para nidificar, sólo quieren altura, y lo habrían hecho igual sobre los enormes eucaliptos que existían en el entorno y que fueron talados, sin más provecho que el de no ver especies exóticas en el entorno. Fue preferible no molestar a las aves a su regreso, dejándolas que se aposentaran en los alcornoques, que aceptar que los foráneos eucaliptos pudieran servir para algo más que para pasta de papel.
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... a un ingeniero de montes, ... , le causa mucha envidia saber de la valoración estética de los olivares, aunque estén en áreas con pendientes más o menos acusadas y muestren regueros erosivos por el generoso espaciamiento otorgado, aunque formen un ejército de arbolillos muy bien alineados, aunque la diversidad de las denominadas “malas hierbas” sea eliminada por efecto de la reja del arado y algún que otro herbicida. En fin, que un evidente cultivo monoespecífico sea, en la opinión de muchos “el paisaje agrario más bello del planeta” produce mucha pelusa; aun sabiendo que el paisaje más banal puede generar sentimientos entrañables, pues basta que su fisonomía esté asociada a un terruño querido. Sin embargo, el papel asignado a pinos y pinares ha creado una visión simplista y maniquea que ha dado lugar a descalificaciones injustas.
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La selvicultura está ausente de miles de hectáreas de nuestra geografía; sólo se interviene con soluciones parciales, grandes medios para apagar el fuego y, cuando éste adquiere dimensiones mediáticas por devenir en catástrofes, se reparten fondos para silenciar a las poblaciones afectadas; inversiones que se dedicarán a casi todo, pero muy poco al espacio forestal. España es un país desarrollado que realza el papel protector de los bosques y su capacidad de producir bienes intangibles pero es importador de productos forestales.
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Es más, aun cuando aceptáramos que la producción de recursos primarios pasase a un segundo plano, aspectos como el cambio climático, la adaptación de nuestros ecosistemas al mismo, la fijación del CO2, la conservación de la biodiversidad, la lucha contra la erosión, la defensa frente a sequías e inundaciones, la mejora de la calidad y la cantidad de agua disponible o la conservación del paisaje no son servicios que el monte “graciosamente” conceda, es necesario intervenir. La solución parece estar en el difuso concepto de desarrollo sostenible. Gestión de los montes de forma que satisfaga, ahora y en el futuro, las funciones ecológicas, económicas y sociales. Triste falacia en un país donde las especies forestales de crecimiento rápido, las más rentables, son denostadas y las comarcas donde no se las condena es porque cada vez están más despobladas, camino de convertirse en desiertos humanos.
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En la ley de Parques Nacionales de 2007 se equiparan los aprovechamientos forestales, incluidas la caza y la pesca, con los hidroeléctricos y mineros, por lo que se prohíben en los Parques Nacionales al no ser considerados aprovechamientos “tradicionales practicados históricamente que no supongan un impacto negativo significativo en los procesos ecológicos”, cualidades que sí le otorgan al pastoreo, lo que para un forestal es difícil de entender. Por qué admitir uno de los usos que más daño ha hecho a los bosques, cuando no ha acabado con ellos, y que, en absoluto, supera en tradición a los otros usos del monte. La lógica invita a pensar que todos o ninguno.
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Y mientras que gran parte de la actividad agropecuaria está subvencionada con dinero público, recaudado mayoritariamente en las áreas urbanas, los espacios arbolados son sujetos de derecho de una sociedad que sólo los reclama para su goce y disfrute, para lo cual, se la ha convencido de que no hace falta intervenir. Tal mentalidad es probable que cambie en la medida en que los grupos ecologistas, los únicos con proyección forestal mediática en este país y quizás convencidos del fracaso de las políticas de no gestión de las últimas décadas, promueven por fin en España el consumo de madera local.
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La diversidad biológica es un concepto que no se puede aplicar exclusivamente bajo la forma en que se ha divulgado y es conocida por un público mayoritario, aquélla que sólo considera la interespecífica, la que se ve y que, por ello, es fácil de identificar. Esta simplificación de la biodiversidad otorga, sin más justificación que el número de taxones, mayor valor a los más abundantes animales, al matorral mediterráneo o a los bosques tropicales. Por el contrario, minusvalora la biodiversidad intraespecífica, más difícil de identificar pero que, sin embargo, está unida a un elevado potencial evolutivo. Es ésta una diversidad típica de las especies arbóreas, en particular de las anemófilas, muy adecuadas para dominar en los ecosistemas boreales, propios de ambientes muy heterogéneos y con una historia geológica en la que ha predominado la inestabilidad.

Referencias:

Pinares y rodenales: La diversidad que no se ve. Discurso del académico electo Excmo. Sr. D. Luis Gil Sánchez leído en el acto de su recepción pública en la Real Academia de Ingeniería el día 23 de septiembre de 2008 y contestación del académico Excmo. Sr. D. José Alberto Pardos Carrión.

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