Quien a buen árbol se arrima...

sábado, 16 de febrero de 2013

El aprovechamiento vecinal de leñas en los montes de león (1902)

Joaquín Costa Martínez (1846-1911) fue un político, jurista, economista e historiador, considerado el mayor representante del movimiento intelectual decimonónico español conocido como Regeneracionismo,

Entre sus numerosas obras hoy nos detendremos en una denominada "Derecho consuetudinario y economía popular en España" de 1902, donde colaboran numerosas personalidades de la época como Unamuno, Altamira, Giner de los Ríos, Pedregal, Piernas Hurtado, etc. 

La intención de Costa, era incluir en el nuevo Código Civil de 1889 el mayor número posible de elementos del Derecho Consuetudinario (formado por usos, costumbres y tradiciones). La detallada descripción  de la organización de los pueblos de las zonas incluídas en la obra (Alto Aragón, Zamora, Vizcaya, Valencia, Asturias, Alicante, Ciudad Real, Tarragona, León, Jaén, Burgos, Soria, Logroño, Zaragoza y Santander) aporta unos materiales valiosísimos para entender, entre otras cosas, el régimen de aprovechamiento de los montes en la época.

La parte X de la obra se dedica a la provincia de León y es de la autoría de Elías López Morán, abogado natural de Canseco. En ella al respecto de los montes y el aprovechamiento de leña se puede leer lo siguiente:

§ 4.• Montes públicos: -recolección de leña común . – 
Hay montes de pino, de roble y de haya, pero sólo en la región montañosa. Respecto de su conservación, pudiera decirse de ellos lo que se dice de las mujeres: "guárdelas su padre, guárdelas su madre, si ellas no se guardan, toda vigilancia resultará ineficaz". Ni el Gobierno, ni el Gobernador, ni los Ayuntamientos, ni los Ingenieros, ni los capataces, ni la Guardia civil, serán capaces de evitar que sean descuajados los montes, si los pueblos no atienden directamente á su conservación , ya que son los más inmediatamente interesados en ella.
Para hacer comprender cuánto importa el interés y el cuidado de los pueblos, básteme decir que en un paraje del término de Canseco , donde hace sesenta años no había más que unas cuantas cepas de haya y otros tantos matorrales, existe hoy, merced a la asidua vigilancia con que lo han guardado , un valioso monte, que es halagadora esperanza de aquel vecindario para días no muy lejanos. Si los pueblos de la Montaña de León no hacen ahora más por la repoblación y fomento de sus montes, cúlpese á la legislación desamortizadora, verdadera espada de Damocles, pendiente sobre su amenazada cabeza. Ofrézcanseles garantías sólidas de que aquéllos no serán enajenados por el Estado; entréguenseles por entero su custodia y disfrute, y no habrá necesidad, para que los montes se repueblen, de sacar á aquellos infelices ese diez por ciento sobre los aprovechamientos, que para todo sirve menos para el fin á que se le destina. Comprendiendo los montañeses de León que si ellos los abandonan bien pronto habrán de quedar sin montes, han adoptado ciertas medidas y determinados procedimientos, que redundan en provecho de todos.
Cuando las leyes no sólo no responden a las necesidades de los pueblos, sino que están reñidas con ellas, dejan de regir la actividad de aquéllos, los que las sustituyen con medios adecuados que las convierten en letra muerta, y por tanto, sin ninguna aplicación práctica. Hay que advertir, sin embargo, que algunos pueblos se van enterando de que establecer penas en sus reglamentos contra los que arrebatan plantas, secas ó verdes , de los montes, y hacerlas efectivas, puede comprometerlos seriamente, por cuya razón comienzan á abandonar la guarda, entregándola á la desmedrada vigilancia de los capataces y la Guardia Civil, que es casi tanto como no tener ninguna. Si esto que indico se generaliza, no tardarán los pueblos en presenciar con amargura la desaparición de toda su riqueza forestal.
Después de haber hecho el pago del mentado diez por ciento, y de haber obtenido la licencia, determinan en concejo de vecinos el día ó días en que se han de extraer las plantas muertas de los montes, las cuales son tan perjudiciales dentro de aquéllos para el desenvolvimiento de las vivas, como necesarias en las viviendas para los respectivos hogares . En algunas ocasiones, muy pocas, contadísimas, se reúnen un hombre de cada casa, provistos de hachas, y van al monte á preparar la leña y reunirla en pilas iguales, que al terminar los trabajos sortean , luego de haberlas contado y de calcular las que corresponden á cada vecino; al día siguiente, cada uno recoge la suya. ó las suyas, según los casos. Repito que esto es lo excepcional; lo ordinario, lo corriente en la recolección de las leñas, es lo que á continuación expongo.
No bien amanece el día prefijado, el cual tiene para aquellas gentes algo de extraordinario, toca la campana el alcalde de barrio, como señal de que es llegada la hora de poner e en camino. Cada vecino manda un individuo, que puede ser hombre ó mujer, pero cuidando siempre de que sean jóvenes y robustos, para que puedan soportar las fatigas del trabajo penoso que van á ejecutar. Con las hachas al hombro los hombres, y con el hocil en la mano las mujeres, marchan en dirección al monte, en cuyas inmediaciones hacen alto y esperan afanosos hasta que todos se reúnen. Mientras llega el momento de emprender la temida carrera, dos vecinos nombrados. al efecto y el guarda recorren el monte para averiguar si alguien ha entrado clandestinamente en auxilio del individuo ó individuos de la respectiva familia que están con los abajo reunidos; en caso afirmativo, se les expulsa y se les impone una multa que para el caso está preestablecida. A medida que los de abajo se van juntando, crece el bullicio y la algazara; todos quieren estar los primeros para llegar antes al punto señalado por el deseo, revelando en sus semblantes, en sus movimientos inciertos y en sus actitudes, la impaciencia que los domina. Si alguno de intención traviesa, aprovechándose de la general excitación, da la voz convenida, corren los más vivarachos como alma que lleva el diablo, para volver á andar el camino recorrido, entre las risotadas generales, las frases ingeniosas y las palabras picantes de los que, más prudentes y avisados, permanecieron inmóviles en sus puestos. Cerciorado el alcalde de barrio, por la lista, de que no falta la representación de ningún vecino, 6 de que ha llegado el momento de no esperar por nadie, da la voz de “al monte”, y todos se desparraman, corriendo con toda la violencia- que consienten los músculos respectivos: un momento más y todos han desaparecido. Dentro del monte corren también, y con el pecho como el fuelle de un herrero cuando acciona, la cara arroyada por el sudor, jadeantes y rendidos por la fatiga, van depositando en las esparcidas plantas secas, como sigo de ocupación ó (lo toma de posesión, en una el hacha, en otra la chaqueta, una soga en ésta el chaleco en aquélla y la faja en la de más allá; individuo hay que se queda casi en ropas menores con tales desprendimientos ¡Ay de los perezosos y de los torpes! Tendrán que andar dos kilómetros de muy mal camino para poder reunir la leña que necesitan.
Saca de leña con bueyes en la provincia de León.
Sin procurarse descanso ninguno, comienzan á partir los troncos y ramas en pequeños trozos, que van reuniendo en un punto fácilmente accesible á las yuntas y á los vehículos que éstas llevan, los cuales van arrastrando en toda su longitud y reciben el nombre de forcados. Desde cierta distancia del monte, solo se oye esa especie de tableteo que producen muchas hachas al caer sobre la madera, duplicado por el eco ó reflexión del sonido en las rocas inmediatas, y una semejanza de gemido que se escapa de la boca de los leñadores que manejan aquéllas, al asestar el golpe en el tronco que van tronchando.
Para este día ó días, cúidanse los vecinos de abrir en el acuerdo semanal un pago, antes cerrado ó coto, para que las yuntas puedan comer mucho en poco tiempo. Dos horas antes de amanecer las mandan al pasto , y dos horas después se las ve en el camino con sus forcados arrastrando , formando larga y vistosa fila y marchando con toda la prisa de que el ganado es susceptible . El que tiene la suerte de llegar el primero al pueblo con su forcado de leña , ya puede asegurar que ha puesto una pica en Flandes.
Pasados estos determinados días , nadie tiene derecho á sacar leña de los montes , excepto aquellos á quienes ha correspondido por turno la guarda de ganados, los cuales han de recogerla al día siguiente, y el barbero del pueblo, á quien se paga con un determinado número de forcados de leña los servicios que presta en su oficio todos los domingos del año. Ese precio en tal especie puede cobrarlo cuando juzgue más conveniente.
Los montes están bajo la inmediata vigilancia del guarda del pueblo; el que cometa en ellos lo que conceptúan como una especie de profanación, paga caro su atrevimiento..

Referencias:


4 comentarios:

Dendros dijo...

Muchas gracias por esta visión popular de la desamortización, difícil de encontrar en los círculos técnicos. Salud.

ines camaro sanchez dijo...

Cuanta sabiduría había en ese modo de conservación de los montes.

Unknown dijo...

@Dendros no hay de que, de hecho esa es una de las razones de haberlo publicado y más cuando el término "desamortización" vuelve a salir a la palestra. Se habla mucho del tremendo error que supusieron las desamortizaciones de montes publicos, pero se olvida que muchos de esos montes eran de aprovechamiento vecinal/comunal del que se desposeyó a los lugareños. Por eso en muchos sitios se vieron obligados a acudir a la subasta (los denominados Montes de Socios).

Lo peor, es que a veces que no se desamortizaran y que pasaran a formar parte del Catálogo de Montes de Utilidad Pública también supuso la desposesión.

El texto reproducido más arriba creo que contextualiza de una manera este tiempo, y por ello me ha parecido de especial relevancia.

Gracias por pasarte por aqui

Unknown dijo...

@ines Hola, gracias por comentar,
No sé si sabiduría (a veces determinados usos ancestrales -y no me refiero a este en concreto- se acaban demostrando desacertados en el largo plazo), pero seguro que en adaptación al medio, organización y participación son difícilmente igualables.

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